El burro flautista.

Tomás de Iriarte

Había una vez un burro que quería ser músico. Todos se burlaban de él porque pensaban que un burro no podía hacer música. Pero él seguía practicando día tras día, tocando su flauta en secreto en el campo donde pastaba. Un día, mientras tocaba su flauta, un grupo de animales se acercó a escucharlo. Escucharon su melodía y se dieron cuenta de que el burro realmente tenía talento musical. Incluso el zorro, que solía burlarse de él, quedó impresionado por su música. Pronto, todos los animales del bosque querían escuchar al burro flautista. Él se convirtió en el músico más famoso del bosque. Pero con la fama llegó la arrogancia. El burro se olvidó de su humilde origen y empezó a tratar a los demás animales con desprecio. Ya no tocaba por amor a la música, sino por su propio ego. Un día, mientras tocaba su flauta en el bosque, una tormenta se acercó. Los demás animales corrieron a refugiarse, pero el burro estaba tan absorto en su música que no se dio cuenta del peligro. Un rayo cayó sobre el árbol donde estaba sentado el burro, y él murió instantáneamente. Los animales del bosque estaban tristes por la pérdida del burro flautista, pero aprendieron una lección valiosa. Entendieron que la fama y la arrogancia no son importantes, sino la humildad y la pasión por lo que hacemos. Recordaron al burro por su música y no por su ego, y así su melodía siempre viviría en sus corazones. La moraleja de la fábula "El burro flautista" de Samaniego es que la humildad y la pasión por lo que hacemos son más importantes que la fama y la arrogancia. El burro se convirtió en un músico famoso, pero se olvidó de la humildad y empezó a tratar a los demás con desprecio. Al final, su arrogancia lo llevó a la muerte. La fábula nos enseña que debemos recordar nuestras raíces y no perder la humildad, incluso si logramos el éxito.